"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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21-08-2016 |
El Ñato y los muchos "Ñatos"
Foto: Alejandro Arigón
Samuel Blixen
Quizás la conducta del ministro de Defensa Nacional se explique por la actividad del senador que en la Comisión de Defensa Nacional se encontró con viejos amigos que había conocido en los cuarteles, amigos que habían sido sus enemigos. En todo caso el inexplicable (des)proceso de Eleuterio Fernández conduce (sin certezas de respuestas) al Ñato previo, o a los "Ñatos" previos, más aceptables, quizás más queribles, a medida que se atrasa el reloj.
No parece ser de recibo la postura del secretario general del Partido Colorado, diputado Germán Cardozo: "Somos de los que creemos que a los adversarios políticos se los combate de frente y en vida; cuando las personas se van, no corresponde hacerles críticas". De ser así, no se podría criticar a Adolf Hitler o a José Stalin, que según se sabe están muertos. Seguramente Cardozo se sentía incómodo de hacer críticas cuando el cuerpo está todavía caliente; pero ni siquiera en esos casos, el Ñato (y su álter ego el ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro) se hubiera privado (seguramente no se privó) de poner los puntos sobre la íes: por coherencia y por el temperamento que sus antiguos adversarios reconocieron en declaraciones formuladas durante el sepelio y el entierro.
Embellecer al personaje siempre tiene tufo oportunista. ¿Qué le quitaba o agregaba a la inmensa figura de caudillo, político e intransigente fiscal del terrorismo de Estado de Wilson Ferreira Aldunate, el día que murió, un piadoso silencio a algunas de sus decisiones más controvertidas, la votación del estado de guerra interno o el apoyo a la ley de caducidad? Le quitaba, sin duda, la posibilidad de mostrar al hombre en el contexto de sus contradicciones. Por lo demás, no "hacer críticas cuando se va" tiene vigencia apenas en el lapso de la vanidad mortuoria; funciona para los deudos y allegados, el muerto no se entera. A las pocas horas se volverá a hablar con pasión o con desprecio.
La metamorfosis del Ñato. Por eso vale la pena reflexionar sobre las intenciones de algunos juicios, y otros silenciados, eludidos. En estos días el Ñato Fernández Huidobro supo cosechar generosos conceptos de un amplio espectro de la oposición política (y de sus medios de comunicación), algunos justos, otros magnificados, pero todos referidos al Fernández Huidobro que nació en el Parlamento y después se aposentó en el Ministerio de Defensa Nacional. Se trata del mismo Fernández Huidobro que durante 45 años fue tildado de sedicioso de la peor calaña, ladrón y asesino contumaz, de despreciar la vida y las instituciones, de comprometer la democracia y de provocar el golpe de Estado. Todo eso quedó en el olvido. Los militares, desde el comandante en jefe del Ejército para abajo, olvidaron que mantuvieron al Ñato y a otros ocho dirigentes tupamaros como rehenes, prolongando por años la tortura física y psicológica; y la derecha política olvidó que integró el coro de aquellos anatemas y aplaudió estos vejámenes.
Claro está que las condiciones del país cambiaron y que el Ñato también cambió. Este Ñato, que califica de nazis a los frenteamplistas que pretenden prohibir toda tenencia de armas, que insulta a militantes de los derechos humanos vendidos al imperialismo y que prepotea a uno de los pocos jueces comprometidos en el castigo a los delincuentes de lesa humanidad, este Ñato no se merece que se traigan a colación algunos episodios del pasado, particularmente aquellos que hacen incompatibles los juicios de "coherencia", "honestidad intelectual", "ser humano excepcional", "dueño de un pensamiento claro y libre, que lo hacía incluso discrepar con su propia fuerza política". Más mejor exaltar su fanatismo peñarolense, digo yo, o piadosamente señalar que "cuidó su labor y descuidó su salud", todo esto en un marco de guardia de honor militar, toque de silencio y salva de 21 cañonazos.
Hay un Ñato, y hay muchos Ñatos. ¿Qué episodio de su vida lo retrata mejor, lo define? ¿El Ñato que apoya la transformación del "coordinador" antifascista en el Movimiento de Liberación Nacional optando por desarrollar la lucha armada? ¿O el Ñato que después de caer tras la toma de Pando en 1969 hace de su celda en Punta Carretas una usina de planes militares, en particular el Cacao (atentados con explosivos contra la burguesía), el plan Satán (secuestro de diplomáticos y oligarcas, que dio lugar a la Cárcel del Pueblo y la justicia revolucionaria), y el plan Tatú (destacamentos militares que desplegaron una especie de guerrilla semirrural en un cinturón de San José y Canelones que rodeaba Montevideo)? ¿Acaso lo define más la elaboración del borrador del Documento 5, en el que por primera vez un texto tupamaro afirma que "las fuerzas armadas de algunos países han demostrado que frente al atraso de las masas y a la inexistencia de un fuerte proletariado pueden asumir el rol de vanguardia y de partido (por ser el sector más poderoso, moderno, templado, coherente y disciplinado), desempeñando un buen papel en la defensa de la soberanía, la independencia y el desarrollo" ? ¿Es esa apreciación un adelanto premonitorio de sus futuras inclinaciones –que permitieron tildarlo de exponente de la "teoría de los dos demonios", y de sufrir el síndrome de Estocolmo– y que en 1972 lo llevó a impulsar una tregua y una negociación con sus captores en el Batallón Florida? ¿Es el Ñato que propuso la rendición incondicional del Mln en el peor momento de la represión militar en 1972 el que la historia rescatará? ¿O el que, en las condiciones extremadamente difíciles de su prisión como rehén, conversaba con los militares del Ocoa en Paso de los Toros, aventurando –como si fuera una charla entre compañeros– juicios lapidarios sobre tupamaros que vivían y militaban en el exterior y que seguían siendo objetivos militares, en este caso del Cóndor?
Hay otros Ñatos más: el que debatió con Hugo Cores sobre la ley de caducidad y el rol de los militares, cuando ya había accedido al Parlamento; el legislador que dedicó tiempo y pienso a problemas vitales para el país, como el energético o el estratégico estudio de un puerto de aguas profundas; el que, siendo senador, se oponía en el seno de la bancada a respaldar el proyecto de anulación de la ley de caducidad, que finalmente votó por disciplina partidaria e inmediatamente renunció a su banca; el que calificó a los militares uruguayos procesados en Chile por el asesinato de Eugenio Berríos de "presos políticos"; el que se convirtió en defensor, desde el Ministerio de Defensa, de los altos oficiales que la justicia procesaba, en especial del general Miguel Dalmao, responsable de la muerte de Nibia Sabalsagaray, defensa para la que ejercitó lo que los exégetas de última hora califican de "lengua filosa"; el que fue acusado de entorpecer la búsqueda de información para la ubicación de restos de desaparecidos; o el más reciente Ñato, que en una de sus últimas decisiones importantes, sorpresivamente –y a contrapelo de su famosa afirmación de que sólo podía obtener datos sobre desaparecidos si lo autorizaban a torturar– ofreció a una delegación de Familiares de Desaparecidos el acceso sin restricciones a los archivos de la Armada, tarea que actualmente se realiza bajo la supervisión del Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia (véase recuadro).
La cruz de la rendición incondicional. Una afirmación muy reiterada entre viejos tupamaros dice que en los comienzos del Mln el Ñato Fernández Huidobro y el Bebe Sendic se complementaban en una sintonía que facilitaba la síntesis, tanto para la práctica como para la elaboración política. En todo caso adquirieron visos de leyenda las "genialidades" del Ñato, que después Sendic podía –o no– plasmar en un acuerdo, en una redacción, en una proposición; destellos en bruto, ideas provocadoras que hacían a una elaboración colectiva. Hubo, sin embargo, instancias en que Sendic se opuso radicalmente a algunas "genialidades": el plan Cacao, por ejemplo, fue abiertamente cuestionado en términos muy duros por Sendic no bien llegó a Punta Carretas, después de su captura en Almería, en 1970; el plan finalmente se desmontó después de una complicada discusión, mediante papelitos entre los dirigentes presos y la dirección que operaba en la clandestinidad.
Más radical fue la oposición de Sendic a la propuesta de rendición incondicional que el Ñato aceptó trasmitir en junio de 1972. Luego de ser detenido el 14 de abril de ese año, los oficiales del Batallón Florida tantearon la posibilidad de imponer una rendición del aparato armado del Mln, que a mitad de año había sido castigado duramente por la represión. Los oficiales del Florida aceptaron que el Ñato abandonara el cuartel, con la compañía del capitán Carlos Calcagno, e intentara establecer un contacto con la dirección para trasmitir el planteo, que no sólo implicaba la rendición sino también la entrega previa de Raúl Sendic. En un apartamento de Pocitos y después en una casa del Buceo, no lejos del cuartel, el Ñato se reunió con Sendic, Julio Marenales, Efraín Martínez y Henry Engler, y trasmitió la propuesta militar de una teatral rendición mostrando a los dirigentes en televisión y con la entrega de las armas. Desde el primer momento Raúl Sendic rechazó de plano entregarse, aunque argumentó que debían mantenerse las negociaciones, en parte para amortiguar las torturas. Nadie confiaba en los militares, salvo el Ñato, que no descartaba totalmente la rendición incondicional. Finalmente el Mln, a influjo de Sendic, elevó una contrapropuesta: se entregarían las armas a cambio de medidas que implicaban una especie de reforma agraria. Las negociaciones fracasaron y poco después, en el penal de Libertad, Sendic cuestionó duramente todo el episodio de la rendición incondicional.
En 1985, al momento de la restauración democrática y la salida de los presos políticos, el tema de la rendición cortó tangencialmente el esfuerzo de reorganización del Mln. Sendic volvió a reprocharle al Ñato su protagonismo en las negociaciones con los militares, de modo que hubo un abismo infranqueable en la dirección: Sendic tildando al Ñato de traidor; y el Ñato asegurando que Sendic estaba loco. Sendic murió en 1989 y el Ñato fue, progresivamente, el dirigente con mayor peso en el Mln y en las estructuras que vinieron después, hasta que, habiendo perdido la mayoría en las direcciones del Mln y el Mpp, resolvió crear la Cap-l, una estructura que, después de un relativo éxito electoral, agonizó hasta casi desaparecer en las últimas elecciones.
De la misma forma, ya en el Ministerio de Defensa Nacional, el Ñato agonizó políticamente concentrando el repudio de organizaciones de derechos humanos, el rechazo de buena parte de la estructura del Frente Amplio y hasta el malestar de quienes lo mantuvieron en el ministerio contra viento y marea.
Como en el hacer de todo político, hay opciones que recolectan adhesiones y resistencias; incluso hay giros y variaciones que tienen su costo político, como se observa con el Frente Amplio en su conjunto, empeñado al parecer en edificar su derrota electoral. Pero en el caso del Ñato hay cierta reconversión, en principio inexplicable (o porque la explicación rechina demasiado), que hace a la negación de toda su vida militante, de la cual sólo los últimos 15 años se refieren a la necesidad de ejercer un poder, ya que no el poder. De líder de masas, el Ñato pasó a ser "el más fiel amigo de los militares".
El dueño de la llave
El ministro Eleuterio Fernández Huidobro descolocó a los integrantes de una delegación de Familiares de Detenidos Desaparecidos que habían solicitado una reunión para expresarle su preocupación por el allanamiento de las oficinas del Giaf, el organismo encargado de las excavaciones en busca de restos de desaparecidos, que se realizan principalmente en unidades militares.
En el curso de la conversación, de la que participó también Roberto Caballero, asesor de extrema confianza de Fernández Huidobro, un miembro de la delegación se permitió recordarle al Ñato: "Mirá que nosotros no te queremos aquí", una forma de reiterar el pedido de relevamiento del cargo por discrepancias profundas en cuanto a la política ministerial sobre desaparecidos. Para sorpresa de los visitantes, Fernández Huidobro, palabras más palabras menos, preguntó: "¿Qué es lo que quieren? Díganme, que yo se los doy".
Puesto que el ministro ofrecía a Familiares qué se le podía pedir en materia de derechos humanos, se resolvió pedir que permitiera el acceso a los archivos de la Armada, en las mismas condiciones que habían trabajado quienes ordenaron y digitalizaron el archivo descubierto por la ministra de Defensa, Azucena Berruti, en el llamado "cuartel del Cgior".
Eleuterio Fernández Huidobro mantuvo el ofrecimiento y cuando recibió el pedido concreto, inmediatamente ordenó al comandante de la Armada que facilitara el acceso y el trabajo.
Ese trabajo de inspección y digitalización de los archivos existentes en diferentes unidades de la Armada se está realizando actualmente. Y aun cuando toda la actividad se mantiene en estricta reserva, lo que se ha confirmado hasta ahora cuestiona lo que el entonces comandante de la Armada, Tabaré Daners, informó al presidente Tabaré Vázquez, según informó recientemente La Diaria.
Se estima que el nuevo ministro de Defensa, Jorge Menéndez, mantendrá la decisión de Fernández Huidobro.
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